Los pilares de las relaciones satisfactorias

Aprovechando la entrevista que nos harán a mi compañera María Quero y a mí sobre la “Cultura de la Ruptura”, quiero plasmar aquí algunas ideas sobre qué es lo que hace que una relación funcione o no.

 

INTRODUCCIÓN

Nuestra capacidad para relacionarnos y colaborar ha sido uno de los pilares de la evolución del ser humano. Tanto en el ámbito familiar como profesional lo que podemos lograr y obtener colaborando es mucho más de lo que podríamos hacer solos. Suena a Perogrullo, pero en un mundo cada vez más complejo y conectado, cada vez dependemos más de una buena colaboración con los demás para poder alcanzar nuestras metas.

Y, sin embargo, a diario vemos como relaciones productivas se destruyen por causas que, vistas desde fuera, son difíciles de comprender. ¿Qué sucede?

 

I. ROMPER UNA RELACIÓN: ¿PROBLEMA O SOLUCIÓN?

Creo que no hay discusión cuando decimos que uno de los avances de nuestra sociedad es que hemos ganado libertad para elegir nuestras relaciones, la forma en que las queremos gestionar y también la posibilidad de terminarlas cuando así lo deseemos.

¿Y por qué decidimos terminar una relación? Pues p.ej. porque no satisface nuestras necesidades, afecta a nuestros valores básicos, ha defraudado nuestras expectativas o tenemos la posibilidad de sustituir esa relación por otra mejor.

Esta mayor facilidad para terminar relaciones insatisfactorias puede hacer que aumente el número de rupturas si comparamos con otras épocas o sociedades que no gozaban de tal posibilidad. Desde este punto de vista, el hecho de que haya más rupturas p.ej. de pareja, que hace 50 años no debería generar alarma, sino todo lo contrario, ya que es un reflejo de la mayor libertad que gozamos hoy en día.

Ahora bien, son pocos los casos de ruptura de relaciones que no ocasionen sufrimiento y costes de distinta índole, como p.ej. económicos, de tiempo, de oportunidad, etc.  Dicho de otra manera: si bien tenemos libertad para romper, muchas veces preferiríamos no hacerlo, sólo que creemos que ya no se puede hacer nada para que esa relación tenga los mínimos de satisfacción que requerimos.

Pero la realidad es otra: gran parte de las rupturas podría ser evitada si estuviéramos mejor educados para comprender la dinámica de las relaciones y cómo gestionarlas.

O sea: El problema es romper relaciones potencialmente buenas y que funcionan mal por la incompetencia de algunos o todos los miembros que la componen.

 

II. LOS CINCO PILARES DE LAS RELACIONES EXITOSAS

Quiero señalar cinco elementos que deberían estar presentes en toda relación que nos interese mantener:

 

  • i) Compromiso con la relación (vs. compromiso con nuestro ego)

Las relaciones implican trabajo. Son semillas que hay que sembrar, regar para que crezcan y luego cuidar para que no se marchiten.

“Compromiso” es la actitud interna que hace que no sólo estemos dispuestos a trabajar por la relación sino que, además, tengamos ganas y gusto por hacerlo; que podamos disfrutar dando y no sólo recibiendo.

Claro que si preguntamos, la mayoría de las personas dirán que están comprometidas con sus relaciones importantes. Sin embargo, su compromiso con la relación suele tener un competidor muy fuerte: El compromiso con su ego (por lo general mal constituido), con su necesidad de tener razón. ¿Cuántas veces encontramos con familiares que no se hablan desde hace años porque “es él/ella el/la que debe disculparse – yo tengo razón”?

No se trata de tener que renunciar a la razón, sino de comprender cuándo es realmente importante insistir en la misma. Porque, muchas veces, detrás de nuestra necesidad de demostrar la razón se esconde nuestra necesidad de salvaguardar nuestro ego.

La pregunta es entones: ¿dónde está nuestro compromiso: con nuestra razón o con nuestra relación?

 

  •  ii) Empatía

La empatía es una competencia emocional que nos permite registrar lo que siente otra persona. Ese registro no es sólo racional; es sobre todo un “contagio” de parte de la emoción que está experimentando el otro.

La empatía implica poder detectar las emociones más allá de las palabras, por ejemplo el tono de voz, los ademanes y las expresiones faciales.  La empatía es lo que permite a las personas ajustar permanentemente y en forma natural sus interacciones para estar en sintonía.

La empatía también es la base de la moralidad. Las personas no empáticas pueden causar daño a sus relaciones negando el dolor e incluso distorsionando la realidad para transformarse ellas en las víctimas. P.ej. la falta de empatía suele estar presente en la violencia de género.

La capacidad de empatía tiene un componente genético (hay gente que nace con más o menos predisposición a la empatía), pero puede educarse y desarrollarse en los niños. Por otro lado, es mucho más difícil “enseñar” empatía a los adultos.

 

  • iii) Confianza

La confianza está íntimamente vinculada al compromiso. La confianza es lo que nos permite entregarnos y sentirnos seguros en una relación. En una relación, la confianza es a la vez confiar en el otro y ser confiables para el otro. Y ser confiables implica, entre otras cosas, ser sinceros en lo que prometemos y demostrar nuestro compromiso con la relación no sólo con palabras sino también con los hechos.

Los enemigos de la confianza son varios: la falta de sinceridad, el control, el individualismo y nuestra necesidad de tener razón a toda costa.

 

  • iv) Expectativas y necesidades

Una amiga me dijo hace un par de años, hablando de sus relaciones sentimentales: “Muchas veces he cometido el error de buscar agua en la fuente que estaba seca”.

Es cierto que una relación implica compromiso, ganas de dar, de satisfacer las necesidades del otro. Pero también lo hacemos con una expectativa de recibir, de que se satisfagan nuestras necesidades.

Obviamente, esto dependerá del tipo relación de que se trate. Pero una expectativa infundada de lo que podemos obtener de una relación puede ser también fuente de enojo y frustración. P.ej. no es infrecuente encontrar a padres que esperan que sus hijos (niños, adolescentes) se comporten como adultos pequeños, expectativas que, por supuesto, no pueden ser satisfechas, lo que conduce a peleas y distanciamientos.

Esto también se ve mucho en las relaciones de pareja y las expectativas que, en rasgos muy generales, tiene cada género del otro. Aún existen muchos modelos o estereotipos respecto de los roles de cada género que están más enfocados en un “deber ser” que en el “ser” real, lo que genera confusión y frustración. Brindar claridad en estas expectativas ha sido lo que ha catapultado al éxito a libros como “Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus”, de John Gray.

Y es que, si no comprendemos lo que el otro quiere, nunca se lo podremos dar. Parece obvio, pero la realidad es que tendemos a presumir que lo que es importante para nosotros también lo es para la otra parte y, a la inversa, tendemos a quitar valor a lo que es importante para la otra parte si no lo tiene para nosotros.

Para hacerlo aún más difícil: muchas personas no tiene muy en claro qué es lo que realmente quieren. Por lo general esto se debe a conflictos entre lo que se espera de ellas (el “deber ser”) y lo que realmente necesitan y les pide su corazón (el “ser”).

Ahora bien: conocer las verdaderas necesidades propias y las de los otros y ajustar las expectativas a la realidad permite – la mayoría de las veces – superar diferencias y encontrar puntos de acuerdo. O sea, poner un Tú “y” Yo donde parecía que sólo era posible un Tú  “o” Yo.

 

  • v) Comunicación

Comunicar es comprender y hacer que nos comprendan. Pero de una forma funcional con nuestro objetivo de desarrollar nuestra relación.

Comunicar implica usar la palabra como puente y no como espada. Implica escuchar más que hablar. Implica saber discutir problemas sin cuestionar a nuestro interlocutor. Implica ser asertivos en lugar de agresivos. Implica poder reclamar, pero con respeto, amor y eventualmente con perdón.

 

III: CONCLUSIÓN

Las rupturas de nuestras relaciones son, en muchos casos, una consecuencia de nuestra incapacidad para gestionarlas. Y de nuestra incapacidad para sustituir un “o” por un “y”.

Por suerte, es mucho lo podemos hacer. Hoy en día hay profesionales (psicólogos, coaches, mediadores) que nos pueden ayudar a comunicar mejor, a aprender a escuchar, a generar confianza, a reparar daños, a comprender las necesidades del otro y a encontrar formas para compatibilizarlas con las nuestras.

Sólo necesitamos querer hacerlo y estar dispuestos a aprender.  Esto sería la manifestación del verdadero compromiso con la relación.

 

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