Acerca de errores, autoengaños y éxito

Cuando nos planteamos ir a por un objetivo, la posibilidad de sufrir tropiezos en el camino es proporcional a su dificultad. Por ello, en cualquier objetivo o proyecto desafiante que nos hayamos propuesto, los tropiezos (mayores y menores) serán nuestros compañeros de viaje. Ineludibles y necesarios si queremos alcanzar nuestra meta, ya que constituirán una fuente de aprendizaje que nos marcará el rumbo.

Thomas A. Edison, el inventor de la bombilla eléctrica, tenía una gran capacidad para valorar la influencia de los tropiezos en su camino al éxito. Cuando comentó que había efectuado casi mil experimentos fallidos antes de dar con una bombilla que funcionara, le preguntaron cómo había hecho para no desanimarse ante tantos fracasos. Su respuesta fue “no fracasé, solo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla”.

También podemos hacer un símil con un laberinto:

Foto Laberinto

Si queremos llegar a la salida (el “éxito”), inevitablemente tendremos que:

  1. avanzar,
  2. elegir caminos sin tener la certeza de que cuáles son los correctos y
  3. desandar los caminos erróneos para descartarlos y continuar probando otros caminos, hasta dar con los adecuados que nos permitan llegar a la meta.

Por supuesto, esto es más fácil decirlo que hacerlo. Asumir nuestros errores implica reconocer que hay algo que no sabíamos o – peor – que creíamos saber y estábamos equivocados o – peor aún – que, sabiendo lo que teníamos que hacer, no actuamos o lo hicimos en forma negligente.

Eso afecta nuestra autoestima. Afecta nuestro ego y por ello nos causa sufrimiento. Esto nos lleva a buscar excusas y justificaciones que nos permitan negar nuestra parte de responsabilidad en el tropiezo y encontrar así alivio a través del autoengaño.

Aclaremos que no es malo tener ego. El ego es la parte de nuestra mente que nos permite individuarnos, o sea diferenciarnos de las demás personas. Ser únicos. Es responsable de organizar los diversos elementos de uno mismo para crear cierta integridad e integración. Es necesario para que podamos funcionar eficazmente.

El problema se da cuando nuestro foco o compromiso está puesto en defender este ego. El problema no es tener ego, sino que el ego nos tenga a nosotros.

Y digo que es un problema porque defender a toda costa lo que creemos que somos y lo que hemos hecho nos cierra al aprendizaje, produciendo la siguiente paradoja: el ego, al evitarnos el sufrimiento que implica asumir nuestros errores y fracasos, también nos impide aprender de ellos y, por lo tanto, nos impide crecer, mejorar y alcanzar nuestros objetivos (y, en consecuencia, mejorar nuestro ego).

La conclusión de estas breves consideraciones es que cuando sufrimos un tropiezo no tenemos más remedio que elegir entre dos alternativas:

  • construir una historia de justificaciones y explicaciones que permita a nuestro ego estar tranquilo o
  • ver qué aprendizajes podemos sacar de ese tropiezo, asumiendo la incomodidad o sufrimiento que esto nos pueda generar.

¿Cuál eliges?

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