La terrible verdad acerca de la mediación

La mediación que tanto defendemos los mediadores tiene efectos colaterales bastante negativos…

A continuación transcribo el artículo publicado en la revista Kiosko de la Asociación Madrileña de Mediadores:

 

«La terrible verdad acerca de la mediación

Por Christian Lamm

Premio AMMI 2017 Mejor Autor Kiosko de Mediación

Es hora de hablar de las consecuencias indeseables

Cuando hablamos de mediación, muchas veces evitamos referirnos a algunos problemas muy serios que esta dinámica de gestión de conflictos puede acarrear. En esencia, estos problemas tienen que ver con un hecho demostrado: que la mediación produce resultados y que estos se pueden medir.

Así, si tomamos como referencia las distintas experiencias del contexto europeo (e incluso varias en España), vemos que sistemas de mediación bien implementados tienen tasas de acuerdo de entre 70 y 80% [1]. E índices de satisfacción promedio (con independencia de que se haya llegado o no a un acuerdo) de hasta un 9 sobre 10 [2]. Los países que han instaurado sistemas de mediación prejudicial obligatoria reportan tasas de reducción de juicios de entre un 30% y un 50% . Todo está documentado y por ello constituye en una vara de medir que puede ser muy difícil de digerir. Veamos como esta realidad puede afectar a distintos colectivos:

Consecuencias para los abogados: Imaginemos a un cliente que no quiere ir a juicio “porque sí” sino que lo que necesita es que el profesional de la gestión de conflictos le diga cuál es la forma más eficiente alcanzar la satisfacción de sus intereses. ¿Puede en este caso un abogado ético dejar de considerar la vía de la mediación? Desde luego que no. Pero este deber le acarrea varios problemas. Para comenzar, necesitaría comprender cómo funciona la mediación para poder identificar qué casos son idóneos para esta metodología y qué casos son adecuados para un juicio. Y, si recomienda la mediación, también debería aprender cómo acompañar a su cliente dentro de este proceso y cómo colaborar con un mediador para poder alcanzar los resultados que le requiere su cliente. Si no lo hace y p.ej. recomienda ir a juicio cuando la alternativa de la mediación hubiera tenido mejor pronóstico, podría incurrir en una mala praxis. Terrible.

Consecuencias para los jueces: Imaginemos a un legislador que se propone implementar el mejor sistema de mediación prejudicial o intrajudicial existente. ¿Qué pasaría con los juicios? ¡Pues se reducirían a prácticamente la mitad! Esto quitaría trabajo a los jueces, que tendrían que dedicarse únicamente a los temas que realmente necesitan soluciones de tipo jurídico. Y, si el sistema que se estableciera es de mediación intrajudicial, los jueces además tendrían que aprender a identificar qué casos deben o no ser derivados a mediación. La cuestión no es tan sencilla como parece, ver reflexiones al respecto de Raúl Calvo Soler en “Mapeo de Conflictos”. Y no sólo esto: Los jueces tendrían que convivir con estadísticas que indican que las partes están más satisfechas con el desarrollo de la mediación intrajudicial que con el eventual juicio. Terrible.

Terrible Christian Lamm

Consecuencias para los políticos: Como ya hemos visto, un sistema de mediación bien implementado puede producir tasas de acuerdo de más de un 50%. Esto implicaría un ahorro al erario público de más de 1.000.000.000 € al año. . Esta realidad podría hacer que los políticos responsables de justicia tengan que dar explicaciones acerca de por qué no implementan estos sistemas o, si los implementan, por qué no están dando los resultados – medidos en términos de satisfacción de los intervinientes y/o cantidad de acuerdos – que se obtienen en las experiencias internacionales más exitosas. Para evitar estos cuestionamientos incómodos, los políticos deberían comenzar a invertir mucho más de lo que se hace hasta el momento en formación de mediadores y en infraestructura, lo que implicaría disponer en el corto plazo de menos recursos para otras finalidades que quizás les podrían procurar más votos. Terrible.

Consecuencias para los decanos de facultades de derecho: reconocer que la mediación es un método muy eficaz para resolver conflictos, muchas veces mejor que el juicio, les obligaría a replantearse todo su plan de estudios para formar a abogados que sepan cuándo y cómo intervenir en las mediaciones, defendiendo a sus clientes y a la vez colaborando con el mediador en beneficio de todo el proceso. Claro que este replanteo eventualmente implicaría tener que suprimir otras materias menos útiles para el abogado del S. XXI. Terrible.

Consecuencias para los mediadores: reconocer que los resultados de una mediación se pueden medir con diversos indicadores les podría causar mucho estrés, ya que eventualmente implicaría tener que seguir formándose, ser sinceros con su actuación y en última instancia responsabilizarse de los resultados que producen sus intervenciones en el proceso. Hay que reconocer que muchos mediadores esto lo tienen muy claro. Pero hay unos cuantos que no y, para ellos, esta conclusión es: terrible.

Por ello, querido lector, si alguna vez se preguntó por qué la mediación no tiene más apoyo y difusión, la respuesta a mi entender es clara: porque tiene muchas consecuencias indeseables.»

 


[1] P.ej. CEDR, ICC

[2] Ver estadísticas en “Evaluation der Mediation im Land Berlin”, www.reinhard-greger.de/dateien/abschlussberichtberlin.pdf

[3]P.ej. experiencias argentinas de la Cuidad de Buenos Aires, de la Provincia de Buenos Aires y también de Italia

[4] Ver estadísticas del CGPJ respecto del inicio anual de juicios contenciosos en los fueros civil y mercantil. No hay una estimación exacta cuál es el coste de un litigio para el Estado, probablemente porque haya importantes variaciones entre las distintas comunidades autonómicas. Un estudio efectuado en Vitoria señala que un proceso de menor cuantía cuesta unos € 1.300, por lo que el coste promedio seguramente es significativamente mayor. En la Unión Europea, la media es de € 3.000. Por lo que el ahorro a largo plazo probablemente sea mayor que el indicado más arriba.

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